miércoles, 14 de noviembre de 2007

Pasajera de subte

La vi en el subte, no recuerdo la estación, pero me gusta pensar que fue en Palermo, en las proximidades del hipódromo.
Iba con una musculosa que me permitió observar como los cabellos castaños jugaban acariciando la espalda. Qué decir de esa espalda, de esa piel disfrazada de bock tirada. Me hubiese conformado imaginando beberme sus muslos, su abdomen como se bebe un buen chopp. Pero tuvo la gentileza de darse vuelta y regalarme el contraste de dos ojos verdelago con la oscuridad de las mejillas, la boca generosa.
Era una ensoñación morena acompañada de ese proyecto de mí, de esa baratija de varón. No me animé, yo que hace unos años me hubiera bastado una mirada para decir “En Tribunales, me bajo en Tribunales, venite conmigo…”.
Yo, justamente yo, que jamás tuve problemas con convencerlas de perder tres meses viéndome aporrear la maquina de escribir y parar solo para visitarla en el sillón, la cama, la alfombra. Me sentí las arrugas en la comisura de los labios, las patas de gallo, estas líneas de mierda en la frente, el pelo ya bastante marfiloso y ella ahí, en la flor de la edad, con sus hermosos veinticortos como única necesidad de presentación.
Me bajé en Tribunales, como siempre, y ella siguió, hacia Nueve de Julio o Catedral con su lastre. En casa me serví dos medidas, como siempre, y con el primer trago el calor de la garganta se me subió a la cabeza, me empezó a quemar el recuerdo de los hombros, las caderas como a cincel de plata, los senos perfectos, la sonrisa, el verdelago profundo. Me fui al baño a mojarme, a lavármela de la vista, de los labios, del pecho.
Me encontré al final, solo, mirándome al espejo, con las manos esperando atajar la cara y ahí me volví a ver, sin marcas, ni canas, ni nada. La ensoñación y el miedo me envejecieron treinta años en un viaje.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Insomnio

Fuiste de tantos un sueño,
que se evaporo en la calle.
Muertes de humo porteño,
vida de hombres de traje.

Caeran los carajillos,
que disturbian mi trasnoche.
Tiempo lleno en cigarrillos,
y el recuerdo del derroche.

Efimero mi estupor,
rostros valientes con miedo.
Ideas hechas de vapor,
y soldados verduleros.

Lleven lejos los horrores,
que acosan a mi descanso.
Maten todos los clamores,
de los callados y mansos.