Las viejas,
con sus mocos blanquecinos,
nos miraban.
Nos espiaban, bah.
Miraban y movían la cabecita,
negando,
y hacían ese ruidito,
/tst, tst, tst/
Hubiera sido mejor,
/mejor para ellas/
si rezáramos rosarios,
pero a nosotros
nos gusta más el pecado,
/a mi ocasionalmente el peScado/
Nunca les gustaron mucho
los poemas que escribíamos
con el lápiz,
la birome,
esas cosas tecnológicas.
Pero les molestaban más,
los poemas primitivos,
/esos que escribíamos con el cuerpo/
Espiaban las viejas,
espiaban y negaban con la cabecita.
Negaban los besos,
los abrazos,
los gemidos.
Negaban los dos cuerpos /desnudos/
el goce,
los roces.
Negaban esas hermosas caras de ella
/esas caras de placer/
mi gesto confundiéndose con el sudor de los dos
todos empapados de nosotros,
y nuestra desesperación,
la desesperación por vivir,
/por vivirnos/
parecíamos violentos de tan desesperados.
Y ellas negaban con la cabecita.
¡Váyanse viejas chusmas!
¿Qué mierda miran?
¿Qué mierda juzgan?
¿Qué mierda niegan?
¡Váyanse!
¡Dejen de mirar!,
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